Hace unos meses tuve que sumergirme – y qué bien que lo hice- en la popular novela de Salinger, El guardián entre el centeno. Quedé fascinada y decidí investigar si se había rodado alguna película inspirada en el personaje de Holden Caufield.
En algún foro, un cibernauta escribió que el protagonista de Taxi Driver –dirigida por Martin Scorsese 25 años después de la publicación de El guardián…-, Travis Bickle, tenía un enorme parecido con Caufield independientemente de que Scorsese fuera consciente o no, cosa que no logré aclarar aunque todo apuntaba a que no lo era.
Después de verla, coincido totalmente con aquél cibernauta anónimo. A lo largo de esta reseña explicaré el por qué considero que ambos están hechos de una misma esencia y cuales son los temas principales de estas dos maravillosas obras.
Holden es un adolescente de 17 años al que van a expulsar otra vez del colegio y Travis es un conductor de taxis ex combatiente de Vietnam, algo que, como muestra la película aunque no se diga explícitamente, le traumó.
Algunas de las características generales que comparten estos antihéroes son las siguientes: ambos se autoanalizan y analizan a los demás; los dos están aislados –bien por elección propia bien porque no se sienten a gusto en su entorno-; ambos son personajes que sufren por lo que ven a su alrededor y sensibles en extremo, por eso están profundamente deprimidos; los dos están tratando de buscar el sentido de la vida y por eso vagan, errantes, por la ciudad de los rascacielos; ambos son personajes que se sienten atrapados, rodeados de gente que fría y distante; y, por último, los dos son personajes radicales, cada uno a su manera.
Uno de los temas que comparten estas obras y que caracteriza a Holden y a Travis es la soledad. Los dos son personajes que, al no encontrar nadie que les comprenda verdaderamente, se sienten profundamente solos. Así, Holden llegará a afirmar: “¡Jo!¡Estaba hecho polvo! En mi vida me había sentido tan solo” (Salinger: 67) y, por su parte, la voz de Travis nos dice: “La soledad me ha seguido toda mi vida, a todos lados. En las tabernas, en las autos. Por las aceras, en las tiendas. Por todos lados. No hay manera de escapar de ella. Dios me hizo un hombre solitario.”
Pero además, sumergidos en esa búsqueda de sentido solitaria, surge la desidia: “cada día exactamente igual al que la sigue”, dirá Travis para sí mismo. Holden, por su parte, padece la desidia por la imposición de asistir obligatoriamente al colegio, donde le va mal en todas las asignaturas excepto en Lengua y Literatura. Con 17 años, el personaje de Holden es un mal estudiante pero devora libros y escribe bien. Aquí es dónde se advierte otra similitud con Travis. Holden escribe su diario desde un psiquiatra, y el diario es la novela que se presenta ante el lector. A Travis, sin embargo, lo vemos escribir desde el inicio de la película. La escritura es la forma primera de expresión del “yo” a la que acceden estos personajes.
Uno de los temas constantes en la película de Taxi Driver es el rechazo de la suciedad, la decadencia, lo superficial: “todo es asqueroso y banal”, dice este especial conductor de taxis. Al inicio del film, en una escena lluviosa en la que Travis conduce por las calles de Nueva York, critica a los pervertidos, maricas, pordioseros, prostitutas… Lo que subyace debajo de esa observación es la angustia que le provoca ver la pérdida de pureza del mundo, la corrupción de la sociedad. Una muestra de que aunque critique esa decadencia no lo hace con afán de discriminar es cuando dice que “algunos [taxistas] no aceptan ni negros” pero que él si lo hace porque no le importa. Y, por supuesto, lo que constituye la trama de la obra: la salvación de la prostituta de doce años, Iris.
Algo muy parecido le sucede a Holden con las ‘perversiones’ del mundo: “De todos modos, aunque dedicara uno a eso un millón de años, nunca sería capaz de borrar todos los ‘joder’ del mundo. Sería imposible.” (Salinger: 260) Esta cita es de un pasaje en el que el adolescente de 17 años empieza a ver escrito en las paredes de su antigua escuela la palabra “fuck” por todas partes y empieza a pensar en el pervertido que hizo eso y en todos los niños de la escuela –incluida su hermana- que lo leerán y no dejarán de pensar en el sexo.
Esto está vinculado con el otro gran tema que relaciona la historia de Holden con la de Travis: la pureza. Holden está obsesionado con la pérdida de la inocencia, con todo aquello que se pierde o se destruye al crecer. Y a Travis le pasa lo mismo. La primera vez que ve a Betsy, tanto la forma de enfocarla y de mostrarla del director, como las palabras de Travis, evocan a una chica angélica, pura: “Nadie podía tocarla”, piensa Travis. Se podría establecer un paralelismo entre Betsy, de Taxi Driver, y Sally, de El guardián entre el centeno. Las dos están a medio camino entre el mundo y entender a los que quieren ser sus salvadores, Travis y Holden respectivamente. Pero los dos les rechazarán al advertir esa parte de ellas que sí comulga con el comportamiento de la sociedad.
Otra de las obsesiones fundamentales de los dos protagonistas es la hipocresía. En Taxi Driver, también al inicio del film, cuando aún se está presentando al personaje de Travis, una de las escenas que describe este rasgo suyo es en la que un hombre le para, se sube junto con una prostituta y comienza a decir que espera que no le vean con ella. La reacción de Travis es subir la tarifa al hombre sin que éste se dé cuenta.
Pero la principal muestra de repudio a la hipocresía en la película de Scorsese es la aversión que le genera el candidato a la presidencia Palentine. En varios mítines, le oye decir cosas como “Nosotros estuvimos en Vietnam” o “Nosotros somos el pueblo”. Pero Travis sabe, aunque afirme no estar muy al tanto de política, que todo eso en realidad es una farsa. Y a él, que si estuvo en Vietnam, le parece una ofensa muy grande que se burlen de ese modo de las personas. No por nada Palantine será una de las personas contra quien Travis intente atentar. Otra muestra de coherencia de Travis es que no acepta el dinero “sucio” que le entrega el hombre que obliga a Iris a quedarse con él y, para que Bickle no diga nada, le tira un billete en el asiento derecho del taxi. Pero Travis lo guardará como algo que tiene que devolver, como el símbolo de una tarea pendiente que se fija desde ese momento aunque no lo defina de forma clara.
También Holden muestra un tremendo asco por la hipocresía y ensalza la sinceridad: “A todos los que vinieran les pondría una condición. No hacer nada que no fuera sincero.” (Salinger: 263) o “Encantadora. Si hay una palabra que odio, es ésa. Suena de lo más hipócrita.” (Salinger: 143). Se ve, en definitiva, como los dos protagonistas no pueden soportar la falsedad, la mentira, lo opaco, lo artificial.
El odio de Travis por Palantine y la madurez de Holden aunque tenga tan solo 17 años, muestran que es posible conocer el mundo y percibir su esencia con nitidez sin necesidad de transitar por las vías académicas. Ninguno de los dos ha asistido a la universidad pero Holden devora libros como quizás pocos estudiantes de su edad lo hagan hoy en día y Travis posee una profunda intuición. Por ejemplo, él no sabe a ciencia cierta en que consiste el programa del candidato Palantine, dice no estar muy al tanto de lo que pasa en política pero cuando le oye hablar, detecta inmediatamente su hipocresía, la falsedad de sus palabras.
Este conocimiento intuitivo remite, en cierto modo, a unos versos de Walt Whitman que se citan en el filme: “Yo soy el hombre, yo sufrí, yo estuve ahí.”
Pero ni Travis ni Holden son personas sin escrúpulos. Los dos tienen gestos tiernos para con las personas a las que tienen verdadero cariño o creen tenerlo en un determinado momento. Es por esto que Travis le compra a Betsy el vinilo de uno de sus cantantes favoritos y Holden le regala los pedazos de un disco a su hermana Phoebe, pues desde que compró el disco hasta que se lo da, lo rompe.
Otros de los temas que critican Travis y Holden en estas obras son el trabajo y el colegio respectivamente. EnTaxi Driver, cuando Bickle trata de explicarle a uno de sus compañeros taxistas lo que le pasa, lo que siente, éste, antes de dar tiempo a Travis de que se exprese, le dice: “Un hombre acepta un trabajo ¿sabes? Y ese trabajo, quiero decir… se convierte en lo que es ese hombre, ¿comprendes? […] Consigues un trabajo y te conviertes en ese trabajo. […] En realidad no tienes elección, todos estamos jodidos, ¿sabes?” A lo que Travis le responde: “No lo sé. Eso es lo más estúpido que jamás he oído.” Travis quiere trabajar más horas porque padece de insomnio, porque quiere cansarse para dormir, pero no se olvida de quién es, no por eso se funde con su trabajo. Al responderle que es lo más estúpido que ha oído, está denunciando esa absorción típica de nuestra sociedad –aunque viene de lejos- de las personas por su trabajo que, además, como el taxista compañero de Travis, se creen que eso es así porque ellos lo eligen. Aunque, no obstante, al final se produce una contradicción cuando reconoce que estamos jodidos y que, en realidad, no tenemos alternativa.
Holden, por su parte, no tiene ningún interés en reincorporarse a la escuela tal y como le pide su profesor. No le ve ningún sentido. Sabe que la inteligencia no pasa por sacar buenas notas. Aunque en un momento dice que cuando alguien aunque habla de literatura o de ciertos temas de cultura es más difícil averiguar si esa persona es, en realidad, estúpida.
El último tema antes de pasar a las conclusiones es el de las metas de los personajes. Tanto Holden como Travis traman planes en su soledad que podrían calificarse de radicales con respecto a los planes de futuro de las personas que se ajustan al status quo. A lo largo de la novela, Holden traza dos planes. El primero es huir de la escuela a Nueva York. El segundo, construirse una cabaña en el campo y aislarse de todo. Travis, por su parte, da un paso más: planea liberar a Iris, matar a Palantine y a todo aquél que se interponga en la salvación de Iris.
En este punto sí se observa una diferencia entre los protagonistas: Holden duda, titubea, da marcha atrás por Phoebe. Travis no duda. Sólo cuando va a disparar a Palantine huye porque se da cuenta de que los escoltas del aspirante a la Casa Blanca han sospechado de él y de sus planes y pueden dispararle si no se da prisa.
La diferencia principal entre Holden y Travis radica en que mientras Holden fantasea con la idea de aislarse, Travis decide plantarles cara a todas aquellas personas que han hecho algo que le ha repugnado: “Escuchen, cabrones, desgraciados: Aquí tienen a un hombre que no pudo tolerarlo más. […] Un hombre que hizo frente a los pordioseros, a las putas, a los cabrones, a la suciedad, a la mierda.” Esta cita nos remite de nuevo a la esencia de la película y del libro: la búsqueda desesperada por la pureza y el desprecio por todo aquello que se ha corrompido o desvirtuado. También Holden toca fondo: “-¿Te has hartado alguna vez de todo? –le dije-. ¿Has pensado alguna vez que a menos que hicieras algo enseguida el mundo se te venía encima?” (Salinger: 171) Esa sensación es muy similar a lo que trata de explicarle Travis a su compañero taxista antes de empezar a tramar su plan de “liberación”.
Se puede concluir que ambos personajes buscan algo más profundo y puro que lo que la sociedad y su entorno les ofrece. Ambos son “vaqueros”, como le llaman a Travis, que sienten que tienen que cumplir una misión para rescatar la dignidad de aquellas personas que consideran que aún pueden salvarse. Los dos son cuerdos-locos, como Don Quijote. Personajes que se salen de la norma, que son vistos como raros, como extravagantes, pero que tienen un punto de lucidez que el lector no puede dejar de advertir y, por eso mismo, asustarse. Pues en esos personajes violentos y psicóticos como Travis o Holden, el lector reconoce el raciocinio que la sociedad ha perdido.
Holden quiere ser el guardián entre el centeno para proteger a los niños de caer en el abismo. Travis quiere salvar a Betsy y a Iris del “abismo” pero ya están en él y el retorno es más complicado porque todo estaba contaminado. Las conclusiones también son distintas. Mientras Holden concluye cuando ve a su hermana Phoebe en un tiovivo que a los niños, aunque se los quiera proteger, en realidad es imposible hacerlo todo el tiempo, a Travis le llegan agradecimientos de los padres de Iris por haberla sacado de la prostitución. Pero la intención de ambos es la misma. Holden duda más, quizás por su edad; Travis lo tiene más claro: es una especie de Holden adulto.
Travis Bickle es, a su manera, el guardián entre el centeno:
“Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.” (Salinger: 225)
Los dos, en definitiva, son guardianes de la pureza, observadores minuciosos de los actos hipócritas que les gustaría castigar aunque no siempre lo hacen. Pero, por perseguir la integridad de esa forma, la mayoría los percibimos como “mitad verdad, mitad ficción: pura contradicción” como le dice Betsy a Travis en la primera cita citando al compositor Kristofferson.
Sandra de Miguel.
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Este artículo fue publicado originalmente en elcantal.es el 24 de mayo del 2012, una asociación de Cantalejo España, de donde es originaria la autora.