Hagamos a un lado el asunto de que un ser hecho completamente de metal lleve puesto casco, armadura y hasta un escudo de ese mismo material. Son los Transformers y para disfrutar esta película habrá que poner la neurona un rato a descansar.
Para los desesperados que no quieren leer, les digo que sí me gustó al principio, pero luego es como un dulce que te tienes que terminar aunque ya estés empalagado. No me parece que sea una película para niños, pero allá cada papá.
Técnicamente hablando (una rollera clase de historia)
El director Michael Bay (Armageddon, The Rock y todas las de los Transformers) es uno de los considerados “directores de acción” más importantes. Bay no destaca por manejar bien ni el drama, ni las historias policíacas de suspenso. El señor es un experto en convertir una ida al súper para comprar tomates en toda una aventura de acción. ¿Cómo lo logra?
—Si traes prisa, adelántate hasta el siguiente punto.—
Durante la Edad Media (perdón por irme tan atrás, les juro que viene al caso), los artistas representaban escenas de la Biblia en los muros de las iglesias utilizando una técnica bidimensional. Cada objeto se dibujaba desde su perfil más reconocible, así la mesa era un rectángulo sobre el que había platos redondos vistos desde arriba, pero las copas eran pintadas como si las viéramos de lado. No importaba que se mezclaran las perspectivas, ya que esta técnica todavía no se había inventado.
Luego, durante el Renacimiento los pintores utilizaban puntos de fuga para ilustrar escenas más realistas, inyectándole el sentido de profundidad a sus obras. El punto de fuga es como cuando se unen en la distancia las líneas de la carretera. Después nació la fotografía y el concepto de profundidad se aplicó al decidir dónde se ponía la cámara.
El cine es hijo de la fotografía. Uno de los trucos que hace a las películas más atractivas es destacar en cada cuadro la percepción de profundidad, ya que la pantalla en la que vemos el cine sigue siendo plana. Así que las tomas anguladas, destacando los puntos de fuga, continuaron siendo los emplazamientos más atractivos.
Siguiente paso: el movimiento. Al desplazar la cámara se crea lo que conocemos como el efecto de paralaje. Los objetos cercanos se mueven a diferente velocidad que los que están en el horizonte, algo así como cuando en la carretera vemos pasar rápido los postes de luz, pero las montañas parecen casi no moverse. Esto en el cine ayuda a que un encuadre se vea interesante y le agrega dinamismo al momento. Lo que en jerga de Hollywood se llama darle “valor de producción”. Una toma con movimiento se percibe con más valor, se siente más cara.
Ahora que ha vuelto el cine de 3D, el efecto de paralaje sigue siendo un truco importante para destacar la sensación de espacio y profundidad.
Regresando a Michael Bay: El señor es el amo en darle valor de producción a cada cuadro de sus películas, sin embargo esto trabaja en su contra, sobre todo cuando en el guion toca intimar con un personaje o darle un respiro al espectador para que alcance a procesar la golpiza de la que va saliendo. A Michael le vale si te acaba de acribillar con veinte minutos de peleas y explosiones, no importa si su personaje se detuvo un momento para despedirse para siempre de su pareja o tener una charla difícil con su hija. La cámara no deja de moverse, cada cuadro sigue teniendo al menos cuatro capas de acción y la luz nos golpea las retinas mientras la cámara orbita la escena. Todo, todo, todo en las películas de Michael Bay se mueve al mismo tiempo y esto llega a ser muy cansado en una historia que dura casi tres horas. Los últimos cuarenta y cinco minutos son una agonía de la que no puedes escapar.
De qué trata la historia
Cade (así se llama) es un mecánico/inventor, padre/viudo/sobreprotector de una bella hija adolescente. Está al borde de la bancarrota, pero vive en un lugar de ensueño, donde hasta el tendedero con ropa vieja se ve súper cool, adornado con foquitos de navidad y toda la cosa.
En una ida a comprar chatarra, se encuentra un camión que resulta ser Optimus Prime, el líder de los autobots, que todos daban por muerto. Lo revive solo para convertirse en blanco de una organización que atrapa transformers con ayuda de un caza recompensas intergaláctico.
Diagnóstico final
La Era de la Extinción es una película violenta, en la que los antes honorables autobots abandonan sus principios en aras de la supervivencia. No estoy seguro de que sea una película apta para niños, ya que no solo se asesinan humanos de manera gráfica y brutal, sino que además los robots andan todo el tiempo gritando “te voy a matar”.
Los Transformers no sangran, pero aquí sacan humo por la boca cuando los golpean, escupen aceite cuando caen heridos y salpican la cámara de líquido fosforescente cuando los atraviesan por el pecho con una espada gigante. Es salvaje, violenta y divertida, pero muy cansada de ver.
Vale la pena mencionar que los mismos personajes se burlan de la película. Es algo así como una meta-broma, ya que hablan mal de las secuelas y dicen añorar la época donde todo era material original. Tal vez es un mensaje de Michael Bay que está tratando de destruir la franquicia para poder librarse de ella. Dudo que lo logre, ya que el cine de acción es el género más rentable a nivel mundial y el público suele responder más a la mercadotecnia que a las advertencias del Mol.
Transfromers: La era de la extinción
- Director: Michael Bay
- Actores: Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Jack Reynor (así es, ninguno de los anteriores protagonistas vuelve a aparecer).
- Lo mejor: Los Transformers saltando entre los picos del desierto de Mojave.
- Lo peor: La duración. Hubiera sido una muy buena película palomera de dos horas.
- Lo que sí se le reconoce: Nunca has visto el 3D hasta que lo ves en una película de Michael Bay. Varias veces me descubrí manoteando al aire para protegerme de la ceniza y la metralla.