Cine

“HITCHCOCK”…El genio detrás del genio

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Entre la oleada de películas biográficas que se han producido durante los últimos años, llega una que, con estrenos discretos en zonas específicas en Estados Unidos y con calendarización irregular en el resto del mundo, ha acaparado la atención del público y dividido a la crítica en dos grupos: los que la aman y los que la detestan.

Particularmente, y buscando ofrecer una nota más bien informativa, que ofrezca elementos de juicio claros para que sea el público, y nadie más que el público, haciendo uso de su poder de decisión,  el que decida si verla o no.

Se trata de “Hitchcock”, un Biopic – Drama estadounidense dirigido por Sacha Gervasi (”Anvil: el sueño de una banda de rock”)  a partir de un guión de John J. McLaughlin, basado –a su vez- en el libro “Alfred Hitchcock and the making of  Psycho”, de Stephen Rebello.

La trama, que plantea incluso algunos destellos de comedia, se rige por los entretelones de la filmación de “Psicosis”, que para muchos es la obra magna del maestro Hitchcock, se ve aderezada –y yo diría que hasta rebasada- por la historia de amor entre el cineasta y su muy especial esposa.

Hay que señalar que el principal defecto del filme es la inconsistencia del guion, que divaga entre géneros y diluye patrones de narrativa, cosa que puede confundir al espectador que, sin necesidad de analizar fondo o forma, llega a sentir que “algo falta”, “algo sobra” o “algo está flojo”.

Y es que a pesar de ofrecer líneas argumentales de alto interés como la atención obsesiva del cineasta por sus actrices protagónicas, su control enfermizo sobre los procesos creativos y de producción/comercialización de su trabajo (lo cual, al decir de muchos, es más mito que verdad) y su vínculo anímico a los elementos clave de cada una de sus películas (es decir, su apertura a verse afectado en lo emocional), el producto de narrativa audiovisual se queda corto. No es algo desechable, pero se debe reconocer que el potencial evidente es mucho mayor que el logro para la pantalla.

El filme, que flota en bases metacinematográficas, contrario a lo que pudiera esperarse, no se enfoca en el devenir general de la vida del cineasta; no considera su infancia como hijo de tenderos de estricta formación católica, ni los acosos que su aspecto grueso y su elevada timidez le granjeaban entre los niños cercanos. Tampoco sus tiempos de colegio en Londres ni su etapa como operador de telégrafo, tras la muerte de su padre.

El punto de partida de esta propuesta se ubica justo después de que “Vértigo” (1958) y “North by Northwest” (1959) ubicaron a Alfred Hitchcock como el “Director más Reconocido” del mundo.  El maestro se encuentra en pleno “brainstorming”, buscando el que sería su siguiente proyecto, hasta que encuentra y lee una novela de Robert Bloch de la que se prende, con la que se obsesiona y a la que convierte en su pieza icónica: “Psicosis”, el thriller psicológico con el que se establecieron nuevas pautas para hacer cine, comenzando con el asesinato de la protagonista…¡A mitad de la película!

Fue a partir de entonces que incrementó su producción en número y frecuencia, haciendo a un lado el principio de “cine de estrella” y “cine de productor”,  para establecer el “cine de director” –es decir, aquellos filmes que llaman la atención por quien los dirige, independientemente de sus protagonistas, la trama o su equipo de producción-.

Lo anterior trajo consigo la generación de lo que se convirtió en la firma  del realizador: pequeñas apariciones especiales sin parlamento (cameos) en todas y cada una de sus cintas (que por mucho tiempo fueron lanzadas a razón de una al año) Sin embargo, esto mismo también resultó ser un problema pues la gente, al esperar descubrir al realizador en algún momento de la historia, perdía atención de lo que ocurría en trama. ¿La solución? Dejar esa “firma” para la primera parte de las historias, ante del giro detonante (¡ Gracias al maestro Francois Truffaut por el consejo !)

Así, entre situación y situación, con un marco brillante y muy bien logrado de escenografía, vestuario, ambientación, props (utilería) y demás, resultado del trabajo meticuloso y artesanal de Judy Becker (Diseño de Producción) y de los laureados Alan Barnette, Joe Medjuck, Tom Pollok, Tom Thayer y hasta del mismísimo Ivan Reitman (Producción), acompañamos a Alfred Hitchcock (magistral interpretación de Anthony Hopkins) en sus devenires para concretar el rodaje de “Psicosis” a la vez que para mantener la relación con su esposa (una imponente –como siempre- Hellen Mirren)

Y es que efectivamente, la relación de Hitchcock con su esposa, Alma Reville,  resultó determinante para la activación y efervescencia de muchas de las vetas creativas del realizador.

Ya que estamos en este rubro, es decir, el de las actuaciones, resultan destacables las de Scarlett Johansson (como Janet Leigh), Jessica Biel (en el papel de Vera Miles) y el de Toni Collette (interpretando a Peggy Robertson), la secretaria y entrañable amiga del cineasta. Pero –sí, hay un “pero”- aunque destacan,  no se acercan al nivel de los protagonistas. Sólo son un buen marco. Ni más, ni menos. Eso sí, muy bien retratadas por la capacidad fotográfica de Jeff Cronenweth.

Desafortunadamente, “Hitchcock” no ha tenido muy buena acogida en la Unión Americana  y la crítica, como se señaló al principio, se ha dividido significativamente y casi al 50% – 50%.

Mientras que por un lado se hace referencia a este trabajo como “Una de las mejores películas del 2012; con buenas interpretaciones, un guion fascinante y bien construido, una dirección meticulosa y suficiente intensidad emocional como para mantener el pulso a tope” (Rex Redd / “The New York Observer”) otros lo tachan de “Relato entretenido pero insípido de cómo el maestro del “Suspense” encaró su mayor reto; el público quedará insatisfecho por la falta de densidad, textura e introspección del sujeto principal” (Justin Chang / “Variety”)

Lo cierto es que, como cine comercial, sin pretensiones, de entretenimiento y fuente de temas de conversación (tal vez hasta de controversia), “Hitchcock” puede ser considerada una buena propuesta.

Al final del día, como debe ser, no se trata de que un crítico de cine nos diga qué ver o qué no ver, sino qué valores de fondo y/o forma tiene o no tiene el trabajo analizado para que seamos nosotros, los cinéfilos, los que decidamos libre y abiertamente –considerando esa información como apoyo- a qué contenidos nos exponemos.

No es la mejor película del año, pero tampoco es la peor…

Ah, por cierto. Hay una “reaparición” que seguro llamará la atención de muchos pero eso, al buen estilo Hitchcock, se los dejo en “Suspense”.

Edui Tijerina Chapa

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