Pensar en el agente británico más famoso de la historia del cine nos lleva a imaginar inmediatamente en la cifra inigualable de tres dígitos, ‘007’, inmortalizada por distintos actores, tales como Sean Connery, el favorito de muchos, o el olvidado George Lazenby, que solo encarnó a Bond en una ocasión. Entre los 70’s y los 80’s, el agente ‘007’ retomó fuerza con Roger Moore, que hizo 7 filmes, siendo el que más veces ha tenido la insignia del agente del MI6.
Timothy Dalton es otro olvidado por la industria con dos filmes. Pierce Brosnan, por su parte, fue el encargado de revivir la franquicia a mitad de los 90’s, aunque tuvo críticas mezcladas. Por último, Daniel Craig, a quien los fans desaprobaron al inicio de la franquicia por su cabellera rubia, logró callar la boca a todos los que dudábamos de su capacidad de ser un nuevo y renovado Bond.
Y fue justo esta decisión de los productores, la de reiniciar una franquicia basándose en el éxito obtenido de sagas como la de Jason Bourne o la de Batman, que se dieron cuenta del potencial que tendría relanzar a Bond con 4 años de ausencia en el celuloide, la que fue determinante.
No buscaban estereotipar o ridiculizar el personaje como en años anteriores, sino que se pensaba dejar todo lo fantasioso e inverosímil fuera de este reinicio: adiós a los gadgets imposibles, a los autos que incluyen asientos que se eyectan en emergencias, o a las fanfarronerías excéntricas y desvariadas al estilo de Roger Moore. Los productores buscaban a un Bond que se sintiera real, de carne y hueso, que se despeinara, que al caer de un salto mortal se empolvara los pantalones, que al tener una pelea en una grúa a más de 100 metros de altura, sintiera los golpes y se le viera sangrar.
37 años tuvieron que pasar para que se adaptara una novela de Ian Fleming dentro de la franquicia de Bond y Casino Royale gozó de esta oportunidad, teniendo una amplia aceptación entre el público. Además, acertadamente los productores eligieron a Martin Campbell para dirigir este filme, ya que a este director le había tocado reiniciar la franquicia 11 años atrás con el filme GoldenEye.
El filme muestra a un Bond que sigue siendo arrogante, frío, parco y alzado en sus modos de tratar a las mujeres y que mantiene el hermetismo que da lugar a su misterioso carácter, aunque en la escena en la que conoce a Vesper Lynd se juega una sutil manera de flirtear y a la vez se desenmascaran secretos entre ambos para demostrarle a la secretaria del departamento de hacienda del MI6 que es un bluff.
Vesper Lynd: ¿Qué más se puede suponer señor Bond?
James Bond: ¿De usted señorita Lynd? Bueno su belleza es un problema, usted se preocupa de que no la tomen enserio.
Vesper Lynd: Cualquiera puede decir lo que quiera de una mujer atractiva con dos dedos de frente.
James Bond: Cierto, pero usted compensa en exceso el uso de ropa ligeramente masculina, siendo más agresiva que sus colegas femeninas, lo que le da un porte ‘espinoso’, e irónicamente hace que sea menos aceptada y promovida por sus superiores masculinos, quienes confunden su inseguridad con la arrogancia. Ahora, normalmente me habría ido con la opinión de ‘hija única’ pero por la manera de cómo ignoró la broma acerca de sus padres… Voy a tener que decir que es huérfana.
Vesper Lynd: Muy bien, por el corte de su traje, fue a Oxfort o donde sea, naturalmente usted piensa que todos visten así, pero lo viste con tanto desdén, que mi impresión es que no venía de una familia adinerada, y sus compañeros de clase siempre se lo hicieron ver en cara, lo que quiere decir que estuvo en esa escuela por la gracia de la caridad ajena, y ya que usted ha pensado primero en mi como ‘huerfana’, diría que usted lo es.
(Bond sonríe, pero no replica)
Vesper Lynd: Ohh ¿Es verdad? Me gusta esto del bluff, y tiene mucho sentido, ya que MI6 busca jóvenes inadaptados que dan lo que sea para sacrificarse por la Reina y su país.
La importancia de este discurso es que, en efecto, Bond tuvo su punto de vulnerabilidad, ya que Vesper acertó en la orfandad de James. Así, viendo en retrospectiva, el origen del 007 tiene un pasado bastante oculto y olvidado.
James Bond nace un 11 de Noviembre en Escocia y sus padres, Andrew Bond y Monique Delacroix Bond, mueren en un trágico accidente de alpinismo a sus 11 años de edad. Quedando huérfano, pasó a vivir con su tía Charmian Bond y cursó sus estudios de adolescente sin sobresaltos, estudió en la Universidad en Geneva (Como Fleming lo hizo) y después se unió al Ministerio de defensa, donde fue escalando posiciones hasta lograr ser un agente secreto.
En Casino Royale vemos a un Bond que persigue su primer misión formal dentro del MI6 pero que, a pesar de ser experimentado, se nota que tiene desaciertos principalmente provocados por su egocentrismo y su soberbia. Sin embargo, en el fondo sabe que es humano y logra sacar su lado humilde si se lo propone, tal es el caso cuando junto con Vesper, tiene que matar a un comando de personas armadas que irrumpen en el hotel donde se encuentran, y ella termina en shock por la escena.
La historia de amor que se entreteje entre ambos deja ver el sentimentalismo que Bond puede llegar a tener con alguien, declarando su entrega como en contadas ocasiones lo ha hecho (En el filme ‘Al servicio secreto de su majestad’ Bond se casa pero sus nupcias no duran mucho ya que al final del filme matan a su esposa). Lamentablemente en esta ocasión Vesper se suicida para guardar el secreto de un complot que Bond no logra entender e incluso llega a tacharla de perra y traicionera, aunque en el fondo comprende que alguien más está detrás de su muerte y que el sacrificio no fue en vano.
Quantum of Solace se distingue por comenzar con un Bond entrado en rabia y volviendo a su estado iracundo y desenfrenado en extremo, todo por conseguir revancha y venganza personal contra quienes estén detrás de la muerte de Vesper. Realmente, durante el filme se aprecia más el enfado de una persona por no lograr cumplir los objetivos de su vida, por ver frustrados los posibles planes que había forjado y su odio por el mundo que lo ha hecho de esa manera. El único punto humano que Bond ofrece es justo en la muerte del doble agente René Mathis, quien en la anterior entrega ‘traicionó’ al 007 pero aquí vuelve para ayudarlo a seguir el rastro de la conspiración.
Bond logra descifrar parte de la conspiración, pero su hambre sigue latente y al final del filme solo tenemos más incógnitas de hacia donde apuntarán las respuestas que el 007 necesita.
En la resurrección de la franquicia, tenemos en Skyfall un ‘Borrón y cuenta nueva’, ya que se pierde toda continuidad. Sin embargo, seguimos teniendo a un agente que vive al límite, aunque en este caso se siente temerario y dispuesto a enfrentarse a la muerte sin problema a entregar su vida. El arco del personaje es claramente sostenido por su Némesis en el filme, el señor Silva (Interpretado por Bardem), y ambas partes logran una cohesión para desentrañar y desenmascarar partes humanas de cada uno. Metafóricamente, es como jugar esgrima y con cada toque ir descubriendo más de los dos.
El personaje de M es la médula que logra girar entre ambos, ya que se nota una cierta figura edípica. El mismo Silva le dice ‘Madre’ en varias ocasiones a M teniendo una obsesión clara con la figura de autoridad que esta mujer le ha creado con el paso de los años, mientras que Bond es más el ‘hijo renegado’ que hace caso a regañadientes pero que sucumbe en silencio a las ordenes de M por respeto mutuo.
Skyfall es un filme que expone a Bond como jamás habíamos visto, entramos de lleno y literalmente hasta su cocina para saber bien cual es su contexto, qué lo hizo hacerse de esa manera y, lo más importante, que lo mantiene a flote y lo forja para su encuentro final con Silva, que es determinante para el futuro del personaje y de la franquicia misma.
James Bond jamás dejará de ser el espía seductor y el hombre engreído por capturar la atención de sus villanos, sea por su porte, por la manera en como toma sus martinis, o por el puñado de chicas que lleva a cuestas. Pero al final, el 007 sigue siendo una persona que vive y razona, que está al borde del peligro y que perdería toda coherencia si fuera un androide o un robot manipulado.
Frente a su desapego a la vida y a la vez su entrega y su lucha por la corona inglesa que lo convierten en alguien hastiado, Bond sabe que tiene que seguir adelante, confrontando y sobreviviendo; tan fue así que el mismo Ian Fleming se inspiró en su vida para escribir y crear el personaje, por eso Bond es real, porque nos vende la idea de que está ahí afuera, haciendo su trabajo, siendo humano. Esta y más razones lo hacen ser el agente favorito de ya 50 años en celuloide, porque, en algún punto ¿Quién no querría ser James Bond aunque fuera por un día?
Saludos de espionaje.
H.