Desde su aparición en aquel número 27 de “Detective Comics” en Mayo de 1939, el Batman creado por Bob Kane y Bill Finger ha dejado tras de sí un vasto legado dentro de la cultura popular a nivel mundial. Junto con el Superman de Joe Shuster y Jerry Siegel, Batman contribuyó a dar forma al moderno concepto de comics de superhéroes, definiendo un nuevo género de historietas que aún hoy, y a pesar de sus múltiples cambios y evoluciones, permanece vigente entre los lectores. Pero el legado de Batman va más allá de los comics, incluso tal vez más allá de lo que Superman, ese otro gran ícono de héroe de historieta, ha influido en la sociedad. Es un legado que se extiende a múltiples aspectos de nuestra cultura, un ícono que se presta a innumerables interpretaciones sin perder nunca la esencia original. En definitiva, con la creación de Batman, lo que Kane y Finger realizaron, quizás sin saberlo en ese momento, fue la creación de un mito moderno.
Un mito que se ha reinventado en incontables ocasiones, nutriéndose y evolucionando a medida que avanzan los años, desarrollando una iconografía propia, única y muy particular. Tan única que difícilmente se encontraría alguien en el mundo que no reconociera la mera silueta de este superhéroe enmascarado. Ese traje, el cual dentro del mito está diseñado para “inspirar el miedo que se origina en la conciencia culpable de los criminales” (en palabras del otrora editor de DC Comics Dennis O’Neil), es quizás el diseño más perfecto en la historia de los comics pues, en cada una de las múltiples encarnaciones del superhéroe (del comic al cine pasando por la TV, los juguetes y demás), el traje permanece constante, con tan sólo algunas variaciones menores. Y dentro del traje se encuentran por supuesto todos y cada uno de los artefactos (perdón, “Batiartefactos”) con los que el Caballero de la Noche emprende su cruzada contra el crimen.
Batarang, Batiseñal, Baticueva, Batimóvil, nombres que han dejado una huella en nuestro subconsciente, y que han transformado su significado con el mero prefijo “Bati”. Al grado que un tiempo llegó a haber “Bati” todo. Desde lo más común como la “Batimoto” a lo bizarro como Ace el Batiperro, pasando por la “Batinave”, el “Batusi” (conocido en México como el “Batitwist”) y el inolvidable “Batispray repelente de tiburones”; y ojo, esto es limitándonos solamente a lo que ha aparecido en las versiones oficiales del personaje, pues no olvidemos que por ahí rondan también la Batbola del cineasta español Nacho Vigalondo y por supuesto la Baticumbia del grupo de rock mexicano Botellita de Jeréz. Y tan importante como las Baticosas se volvieron los personajes secundarios de la “Familia Batman”, comenzando por Alfred su fiel mayordomo, y Robin, su joven asistente.
Alfred y Robin, piezas claves del desarrollo del mito del hombre murciélago, el primero como única relación de Batman con su pasado y el segundo como el efectivo “sidekick”. Sobre Robin se podrían decir muchas cosas, pues es todo un tema aparte; lo principal es que sin duda la creación de Robin (que obedeció motivos prácticos: era más divertido ver a Batman hablar con alguien que sólo) es parte de una tradición de compañeros de héroes que incluye al Toro del Llanero Solitario y a Kato del Avispón Verde (todos héroes surgidos en los 30s). Como casi todos los elementos de Batman, su relación con Robin ha generado las más diversas interpretaciones, incluyendo la de un subtexto homosexual en su condición de dos hombres solteros viviendo juntos en una mansión. Esta interpretación ha generado incontables debates de los años 50s, donde incluso entre los diversos artistas que han escrito historias de Batman se disputan el si es o no es.
Aunque a final de cuentas lo cierto es que es y no es, pues ya todo depende de la intención que se le haya dado (por ejemplo George Clooney, quien interpretó al Hombre Murciélago en la cinta “Batman & Robin” asegura que lo actuó como gay). Y esto es lo fascinante del legado de Batman, que es maleable e imperecedero, y va cambiando de acuerdo al gusto del artista y de las necesidades de los tiempos. Y todo sin cambiar la esencia. Porque la raíz de todo permanece sin cambio. Batman podrá ser como sea, en la época que sea, pero siempre será Batman. Y es que es un legado tan rico en interpretaciones que lo mismo vemos un Batman anciano en la serie animada “Batman Beyond” que un Batman joven en la serie de películas de Christopher Nolan. Un Batman en plan kitsch como el de la serie de los 1960s, y uno rudo y detectivesco como el comic original de los 1940s.
Y el legado crece, con tantas versiones no oficiales inspiradas por el Hombre Murciélago. ¿Las más obvias? El superhéroe Moon Knight de Marvel comics, el manga Zetman de Masakazu Katsura y el tono de las cintas mexicanas de luchadores (Santo, Blue Demon, etc…). Ya en el tono de paródia, el Batmanuel que apareció en la serie de televisión de “The Tick” (Batmanuel no aparece en el comic). Es adentrándonos en el terreno de la parodia donde se aprecian aún más detalles y el legado se vuelve mucho más extraño y variado, al punto que Batmanuel es de lo menos bizarro que uno podría encontrar. Siendo tan popular, difícilmente Batman escaparía de ser parodiado sin piedad, y así vemos destellos de Batman en “Ambiguous Gay Duo” de Mike Judge, en “The Tick” de Ben Edlund, y en el “Barman y Droguin” del comediante mexicano Víctor Trujillo. En todo el mundo hay señales de que Batman ha pasado por ahí de alguna forma u otra.
No es descabellado pensar que cada superhéroe enmascarado le debe algo al caballero de la noche, desde la máscara, los batiartefactos, el compañero, hasta detalles más específicos como el teléfono rojo que la serie de TV popularizó (el cual aparece en “The Powerpuff Girls”). Más que Superman, es realmente Batman quien más ha influenciado la cultura pop, desde la música y la literatura al cine y la pintura. La respuesta es sencilla: a diferencia de Kal-El, Batman es humano. Y a pesar de vivir una vida privilegiada y llena de lujos, su sufrimiento es muy humano.
Al final de cuentas, Batman somos todos y todos somos Batman.