La Ballena
(The Whale)
Dirección: Darren Aronofsky
Reparto: Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton y Sathya Sridharan
«Whoever you are, I have always depended on the kindness of strangers»
Blanche Dubois – Un tranvía llamado deseo – Tennessee Wiliams
¿Qué es lo más perverso que sucede en la actualidad? Esa conducta silenciosamente aprobada y de la que nadie está dispuesto a admitir…
Somos voyeristas exacerbados, queremos hurgar, minar, y saciarnos hasta el cansancio de datos, información, imágenes y videos de personas que no conocemos, o que nos interesan, o que son famosas, todo por el morbo de querer saber, quien es el otro individuo que está del otro lado de la pantalla.
Vivimos “infoxicados”, un término ya acuñado por diversos académicos actuales, que indican como es que la sociedad actual, va hacia un detrimento, decadencia y falta de juicio propio, porque ya no existe el análisis ni el pensamiento crítico.
Estamos empachados hasta el culo, nuestros celulares están hasta reventar de metadatos absurdos, y mientras, seguimos consumiendo, más y más y más exabytes, llenándonos de gordura informática, pero, no importa, porque esto no altera nuestra figura física ¿cierto?
La honestidad es una moneda de cambio que se ha vuelto oro en tiempos de TikTok, Instagram, Facebook, Twitter o cualquier otra red social basura, pero Charlie, le pide a sus alumnos universitarios virtuales de literatura, que busquen dentro de sí mismos, que encuentren un propósito en su vida.
Mientras él se preocupa por dar una cátedra elocuente, y que estimule solo a sus estudiantes con su voz a falta de que él tenga una representación visual de sí mismo para ellos, todavía hay uno que otro curioso que le dice en el chat grupal “profesor, sigue sin funcionar su cámara web”.
Charlie responde cortésmente, pero evade, porque prefiere mantenerse fuera del radar, porque sabe, que al revelar su rostro, la clase que él imparte dejará de tener una credibilidad, por cómo es que somos juzgados, solo por la manera en cómo nos vemos físicamente.
Esto es parte del inicio de La Ballena, una película que busca incomodar a las audiencias, que definitivamente no es para el cinéfilo que acude por deporte a la butaca, porque es estridente en su crítica intrínseca a lo que nos hemos vuelto, seres humanos inmisericordes, autómatas, dispuestos al servicio de lo que dicta la tecnología.
Este largometraje de Darren Aronofsky, sucede a lo largo de una semana, el día uno, marcado en lunes, Charlie está teniendo un infarto en su sillón, completamente indefenso e inmóvil, porque pesa más de 270 kilos, y no puede hacer nada para evitar su agonía.
Afortunadamente, Thomas, un chico evangelista toca a su puerta, y lo auxilia en lo que puede, mientras llega Liz, su cuidadora y enfermera, pero desde esos primeros minutos que transcurre la cinta, vemos que el escenario no es alentador, Charlie está destinado y confinado a pasar los últimos días de su vida en su departamento en Moscow, Idaho.
Y ya que hablamos de escenario, es peculiar cómo es que suceden los eventos de La Ballena, todo pasa precisamente en este departamento, que es el dominio absoluto del profesor, él controla su micro universo, siendo él un hoyo negro, porque una vez que alguien pone un pie dentro de su puerta, cae directo en su discurso, él es un vacío emocional que absorbe la atención y energía de todos los individuos que lo visitan.
Esta construcción de la ficción, la hizo el dramaturgo Samuel D. Hunter hace más de una década, en 2012 estrenó la obra de teatro homónima, que tiene ciertos rasgos personales de él, y cuando Aronofsky vio la puesta en escena, quedó cautivado, quiso de inmediato llevarla al formato de cine y le pidió al teatrista, que la adaptara a guion fílmico.
Quienes deseen leer el libreto de teatro de La Ballena, lo pueden descargar presionando aquí.
El director de cine neoyorkino no encontraba el perfil actoral adecuado para interpretar a Charlie, pero fue después de ver el trailer de una película brasileña de bajo presupuesto, que encontró a un artista favorito de Hollywood en los 90, y ahora olvidado por las masas: Brendan Fraser, y el título de aquél largometraje perdido es Journey to the end of the night (2006).
En un inicio, Hunter no estaba convencido, y no es para menos, a Fraser se le recuerda por papeles insulsos como George de la selva (1997), La momia (1999) o Al diablo con el diablo (2000), pero fue después de que hicieron una lectura de guion, junto con la actriz Sadie Sink, que interpreta a Ellie, la hija de Charlie, que el dramaturgo encontró en el histrión, la capacidad y fortaleza para darle vida a este profesor con obesidad mórbida.
Y la actuación de Fraser es un resultado arrollador, la mejor de su carrera hasta el momento, porque pese a que utiliza prostéticos e implantes que tardaban cuatro horas en ajustárselos y que pesan más de 130 kilos, él imprime en Charlie, esta force majeure que él es en pantalla.
Hay quienes desacreditan al filme diciendo que esto solo es un ejemplo más, de estereotipar a las personas con sobrepeso, en cuestión a sus conductas, vaya como querer sesgarse a que quienes padecen obesidad, es porque se encuentran deprimidos, y caen en el bucle de no controlar su ansiedad y por ende siguen comiendo y aplazan el letargo de su sufrimiento, yo mejor, invitaría a que vean La Ballena, y después, critiquen.
El mensaje que realmente importa en la producción es el motivo por el cual no está nominada a la categoría de Mejor Película en los Oscar, pero sí está nominado Fraser a Mejor Actor Protagónico, es en verdad un sin sentido, pero es también una obviedad, a la Academia no le importa visibilizar, filmes que dicen la verdad en su discurso.
Y La Ballena, es una oda a eso, a ser sinceros, a encontrar el propósito de los individuos, a subsanar los errores de la vida, y Charlie, pese a que es un egocentrista inconsciente, tiene la virtud de ver en los demás, el bien que le hacen a la sociedad, prefiriendo descartar los errores que tienen como personas.
La representación física de este personaje, es la metáfora de cómo es el resto de la población actual por dentro: nosotros somos los obesos, los consumidores de basura, los que nos seguimos autodestruyendo sin tener un propósito claro de la vida.
Además, hay una gran analogía dentro de La Ballena (que parece realidad) todos sus personajes están rotos. Thomas es un fanático religioso que escapó de su comunidad por un “crimen”, Ellie es una nihilista-sociópata en potencia, Liz es codependiente emocional de Charlie, y la cereza del pastel es Mary, la exesposa del profesor, que es alcohólica y le tiene un desprecio desmedido a su ex marido.
Después de una de las posibles escenas cumbres en el filme, hay un momento clave, que a continuación describiré.
La única comunicación social con el mundo exterior que tiene este hombre corpulento es a través de su laptop y su teléfono, pero su verdadera fuga y resarcimiento con la vida, está al calce de una ventana de su casa, ahí diariamente, Charlie deposita en un plato de cerámica, trozos de manzana para unos pájaros que lo visitan.
Pero es justo el jueves, después de que le abandonan todos los seres a los que les tiene estima, que encuentra el plato en su ventana, roto, mientras llueve en el exterior.
Indicativo claro y de obviedad, de que él más que nadie, junto al resto de personas, está completamente desquebrajado y va en picada fatal, porque al no tener con quien reflejar su ego, él se marchita, él como Blanche de Un tranvía llamado deseo, siempre ha dependido de la bondad de los demás, porque no puede valerse por sí mismo.
Este y un sinfín de símbolos más están presentes durante La Ballena, claro legado de un tratamiento hecho con maestría por parte de Hunter, elementos heredados del teatro, y que Aronofsky supo acoplar al cine.
El guion de La Ballena fue publicado por el medio estadounidense Deadline, y puede ser leído aquí.
El imaginario social tiene la concepción de que el cine es mero entretenimiento, de que solo sirve para distraer, para escapar y no tiene un propósito didáctico, de aprendizaje o de reflexión, creo que debemos de cambiar de una vez por todas esta idea.
El cine, como cualquier otro arte, es un espejo de su propio contexto y realidad, entonces, claro que podemos aprender de él, analizar la vida a través de este arte, encontrar una mirada honesta, como lo quería Charlie, descubrir, que sí existen personas únicas, en el vasto océano de los miles de millones en la población mundial.
Lo importante aquí es ¿queremos encontrar y hacer ese cambio? La respuesta se la dejo a ustedes.